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“No me dejaron coger a mi bebé hasta 53 horas después de parir. Fue inhumano”

El miedo al contagio lleva a algunos hospitales a separar a madres y bebés, a impedir la lactancia materna o el acompañamiento, en contra de las recomendaciones científicas

Una mujer embarazada durante el estado de alarma.
Una mujer embarazada durante el estado de alarma.ANTHONY WALLACE (AFP)
Cecilia Jan

La crisis del coronavirus ha obligado a los hospitales a reorganizarse y definir nuevos protocolos de actuación contra el reloj. En el caso de los partos, la mezcla de miedo y escasa información sobre cómo afecta la Covid-19 a embarazadas y bebés resulta en instrucciones cambiantes casi día a día, según media docena de profesionales consultados, que difieren radicalmente de un hospital a otro. La precaución provoca que se tomen medidas más extremas que las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio de Sanidad o las sociedades médicas, como cuando el Gobierno valenciano prohibió a cualquier embarazada, enferma o no, estar acompañada en el parto, medida que rectificó a los cuatro días tras las protestas de las matronas. Además de impedir la presencia de la pareja, las más comunes son separar a la madre del bebé e impedir la lactancia materna, como ha denunciado la asociación El Parto es Nuestro, que ha recibido decenas de consultas y quejas. La incertidumbre sobre qué se encontrarán al llegar al hospital, común a las embarazadas, es máxima cuando han dado positivo o presentan síntomas.

Patricia (nombre ficticio, para preservar el anonimato), de 36 años, y su pareja se habían contagiado durante la semana 38 del embarazo. Ella solo tuvo síntomas leves dos días. Cuando acudió a finales de marzo al Hospital Universitario de Cruces, en Barakaldo (Bizkaia), con contracciones, llevaba más de una semana asintomática. Dio a luz con mascarilla, rodeada de profesionales “vestidos como astronautas”. “Cuando nació la niña, les dije que si la podía coger, y me dijeron que no, y el padre tampoco”, cuenta. Cortaron el cordón al momento (lo que se denomina clampaje precoz), sin esperar el minuto para que la sangre pasara al bebé y se beneficiara del aporte extra de hierro (clampaje tardío). No le permitieron hacer piel con piel ni le preguntaron si quería dar el pecho o sacarse leche.

“Se llevaron al bebé a neonatos y a mí a una habitación de aislamiento en la planta de infectados de Covid-19. A mi marido lo mandaron a casa”, recuerda. “En esta habitación, no me trataron como a alguien que acabara de parir, mi condición de infectada se superponía a todo lo demás”, dice. “La enfermera me dijo, ahí tienes las sábanas. Hazte la cama, eres autónoma. Yo había parido hacía dos horas, tenía los puntos, la epidural, y estaba muy cansada, y sola”. No pudo coger a su primera hija hasta 53 horas después, tras el alta. “Fue inhumano, cruel. ¿Por qué, si no podía cogerla entonces, sí puedo dos días después, cuando me mandan a casa con ella? ¿Es porque no tenían espacio para que las madres contagiadas estuviéramos con los bebés?”, se pregunta. “Para ellos es un parto más, pero para mí era el parto de mi vida, mis primeros momentos con mi hija”.

Patricia, investigadora en el campo jurídico, se había informado previamente, y había leído el documento elaborado por Sanidad el 17 de marzo junto con sociedades como la de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y la de Neonatología (Seneo), que solo aconseja la separación de madre y bebé si esta tiene síntomas. La OMS va más allá, y afirma que cualquier madre con Covid-19 puede coger al bebé y amamantar, tomando precauciones como el uso de mascarilla o el lavado de manos y pecho. Piensa reclamar al hospital para que le expliquen por qué no se siguieron estas directrices, basadas en la evidencia científica existente.

“Aprendemos sobre la marcha”

“Es muy complicado hacer las cosas bien, aprendemos sobre la marcha y cambiamos día a día”, reconoce Txantón Martínez-Astorquiza, jefe del servicio de Ginecología y Obstetricia del hospital de Cruces, y presidente de la SEGO. “Lamento mucho lo que pasó, pero estamos en una pandemia, e intentamos preservar la salud del resto de la gente”, dice. Martínez-Astorquiza explica que al principio las medidas eran “más radicales”. Recuerda que Cruces tiene la tasa de cesáreas más baja de España, con un 12,8%, como ejemplo de sus prácticas de parto respetado. Respecto a la denuncia de El Parto es Nuestro, que relata incluso el uso de fórceps o inducciones para acortar partos normales en algunos hospitales, asegura que “siempre habrá ovejas negras, pero en general se hacen las cosas bien”. También, dice, habría que hablar con esos centros “para ver qué pasa, puede que no tengan camas, por ejemplo”. “Los hospitales lo están pasando fatal”, recuerda, “hay que ser comprensivos”.

Manuel Sánchez Luna, jefe del servicio de Neonatología del hospital Gregorio Marañón (Madrid) y presidente de la Seneo, coincide en que, aunque existan recomendaciones de Sanidad o de las sociedades médicas, lo que hace cada hospital en la práctica depende de sus condiciones de trabajo y el espacio disponible. Así, en los grandes, como el Marañón, es más fácil habilitar una zona con habitaciones para que madre, padre y bebé estén juntos aislados. Sánchez Luna explica que los escasos estudios publicados sobre el coronavirus en embarazadas y en sus bebés, realizados en China, se basaban en series muy cortas, y dieron lugar a recomendaciones muy estrictas de aislamiento y separación. Pero poco a poco, se ha visto en otros países, sobre todo Italia, que “el impacto en los recién nacidos es mínimo, si lo hay”. “Hay muy pocos casos, adquiridos después del nacimiento, y relativamente leves”, añade.

Estos datos han permitido relajar las recomendaciones. Así, el presidente de los neonatólogos españoles insiste en que “no hace falta separar a la madre con Covid-19 del bebé, en absoluto”. “Recomendamos el clampaje tardío, que hagan piel con piel y la lactancia materna”, con medidas de protección como mascarilla quirúrgica, higiene de manos y pecho. “El virus no está pasando a la leche, y al contrario, sí pasan los anticuerpos que desarrolla la madre”, afirma. Solo es necesaria la separación “si las condiciones clínicas de la madre son graves y requiere cuidados intensivos, o el niño es prematuro o tiene algún otro problema neonatal”. Por eso, pide que “dentro de las posibilidades de cada centro, se mantenga a la madre y al bebé juntos y que se fomente la lactancia materna”.

Pese a ello, es normal encontrar protocolos en los que, ante la sospecha de infección, se establece la separación de la madre y el recién nacido, como en los hospitales sevillanos de Valme y Virgen Macarena (en este último, si la madre presenta síntomas). También se recomienda realizar el clampaje precoz del cordón y evitar el piel con piel. Si la madre es positiva, no se permite la entrada a un acompañante, y se desaconseja dar el pecho los primeros 14 días.

“La separación es lo que más duele”

“La separación es lo que más duele a las mujeres. No lo entienden”, afirma Beatriz Aller, presidenta de El Parto es Nuestro. “Si estas medidas se basaran en la evidencia científica, no reclamaríamos nada. El problema es que no están siguiendo las guías de la OMS ni del Ministerio de Sanidad”, dice. Las embarazadas que consultan a la asociación expresan “incertidumbre y un sentimiento de abandono” ante la falta de seguridad en lo que va a ocurrir. Es, por ejemplo, lo que le ocurre a Victoria (nombre ficticio), una joven de 22 años de un pueblo de Guadalajara, a la que su hospital ha derivado a una clínica privada en la que, en principio, no permiten entrar a su pareja. “Siento tristeza y dolor, lo llevamos esperando mucho tiempo, es un momento único en la vida, y no voy a sentirme bien”, confiesa. Para casos así, El Parto es Nuestro ha creado un formulario de reclamación que incluye la normativa y las recomendaciones científicas vigentes.

Si las embarazadas lo pasan mal, tampoco es fácil el trabajo de los profesionales en tiempos de Covid-19. “Atender a una mujer con los equipos de protección puestos, y más con nuestro trabajo, que es de cercanía, de tocar en un momento o coger a la embarazada de la mano, es mucho más incómodo, y estamos con mucha más tensión”, cuenta Elisa Careaga, supervisora de matronas del hospital Puerta de Hierro Majadahonda (Madrid). Aquí se empezaron a realizar desde finales de marzo pruebas PCR (las más seguras) a todas las gestantes al ingreso. Se separan en dos plantas distintas a las madres con y sin Covid-19. Quitando la necesidad de entrar con equipos de protección y que a las positivas las atienden ginecólogos expertos en la enfermedad, el trato a unas y otras es igual. “El 20% da positivo sin tener ningún síntoma, la mayoría se sorprenden al saberlo”, explica Tirso Pérez Medina, jefe del servicio de Ginecología y Obstetricia de este centro, que ha atendido ya 29 partos de mujeres positivas. Si todo va bien, se van a casa a las 72 horas.

A todas se las permite estar acompañadas en el parto. “Entendemos que si la madre está infectada, el padre, que convive con ella, también lo está, así que no tiene sentido separarles”, dice Pérez Medina. También permiten el piel con piel y la lactancia materna. “Hacemos todo lo que podemos, aunque no tenemos la libertad ni el tiempo para hacer todo lo que quieren las pacientes, intentamos que estén cómodas”, asegura. “La madre coge al bebé. Les pedimos que usen mascarilla y guantes, pero al final sabemos que es imposible, al final están todo el día con el recién nacido en brazos, besándole”, concluye. Como cualquier otra madre.

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Cecilia Jan
Periodista de EL PAÍS desde 2004, ahora en Planeta Futuro. Ha trabajado en Internacional, Portada, Sociedad y Edición, y escrito de literatura infantil y juvenil. Creó el blog De Mamas & De Papas (M&P) y es autora de 'Cosas que nadie te contó antes de tener hijos' (Planeta). Licenciada en Derecho y Empresariales y máster UAM/EL PAÍS.

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